La República Popular de la Gráfica.

A mis amigos sudamericanos, a mi maestro andaluz y a los exiliados en general que hicieron de México un sitio cosmópolita y un motivo de orgullo.

Rubén Ortiz Torres


El arte latinoamericano dificilmente se ha podido deslindar de las contradicciones y de las extremas condiciones y contrastes sociales de la región. La democracia ha sido demasiado fragil para poder confrontar dichos problemas. La fuerza militar y la corrupción han sido usadas por los Estados Unidos y las oligarquías locales para defender sus intereses. La imposibilidad de la justicia social a través del cambio democrático obligó a buscar alternativas como la lucha armada. El golpe de estado en Guatemala de 1954 que derrocó a Jacobo Arbenz por promover la reforma agraria motivó la radicalización del Ché Guevara. El asesinato del presidente socialista electo Salvador Allende en Chile en 1973 fue otro duro golpe para la aspiración democrática. Por otro lado la dictadura del proletariado instaurada por la guerrilla no resultó en la liberación prometida y mas que resolver los problemas acabó generando otros.

Ahora la casa blanca y la CIA están muy ocupadas en derrotar al fundamentalismo islámico que les ha resultado mucho mas letal y agresivo que el fantasma del comunismo. Esto ha resultado en una falta de atención a Latinoamérica que está permitiendo el florecimiento de la democracia. Chile, Brasil, México, Uruguay, Venezuela y Argentina han visto cambios democráticos inconcebibles en otros tiempos para bien o para mal. Guerrilleros urbanos, ahora septuagenarios como los Tupamaros utilizan las urnas y son elegidos para ver si pueden contrarrestrar las inequidades y las crisis de la utopía neoliberal. La apertura democrática ha permitido el regreso de intelectuales del exilio y el cuestionamiento de las dictaduras. Difícilmente se puede encontrar un ejemplo donde las recetas del fondo monetario internacional han fracasado mas que en la Argentina. La comuna de Paris, la guerra civil española y la revolución mexicana generaron arte y gráfica en particular que respondía a las necesidades políticas del momento. La rebelión argentina no es la excepción y de ella surge el Taller Popular de Serigrafía.

El TPS nació de la insurrección popular del 19 y del 20 de diciembre del 2001 en Buenos Aires. Fue fundado en la asamblea popular de San Telmo. Los miembros del grupo son: Diego Posadas, Mariela Scafati, Magdalena Jitrik, Guillermo Ueno, Catalina León, Julia Masvernat, Omar Lang, Pablo Rosales, Christian Wloch, Eduardo Arauz, Fernando Brizuela, Juani Neumann, Horacio Abram Lujan, Leo Rocco, Carolina Katz, Karina Granieri, Verónica Di Toro, Daniel Sanjurjo, Gonzalo Gomila, Ana di Toro. Estos artistas se han dedicado a intervenir con su gráfica el espacio público, las frecuentes manifestaciones y “piquetes” (tomas de la via pública por grupos de desocupados), la expropiación obrera de fábricas y posteriormente (¿por qué no?) la galería, el museo y hasta la boutique. Con bastidores de serigrafía se lanzan a la calle para imprimir “in situ” carteles, camisetas y cualquier superficie posible. Los proyectos responden al contexto y al momento directamente. Estos hacen referencia a marchas o incidentes específicos como el asesinato del piquetero Dario Santillán o la toma de la fábrica Bruckman por los obreros. Suelen ser sencillos y monócromos e incluyen dibujos, diagramas y ocasionalmente imágenes fotográficas. Con frecuencia interactuan con otras imágenes y textos al ser superpuestos en una especie de intervención situacionista cuando se imprimen sobre las playeras que lleva la gente que con frecuencia son de algún equipo de futból o tienen otra impresión previa. Las camisetas y las impresiones en general se convierten en reliquias y souvenirs de la participación política. Los piqueteros las usan y coleccionan como los roqueros hacen con las camisetas que adquieren en conciertos. Quién participa en estos eventos se convierte gratuitamente en portador y diseminador del mensaje. Las víctimas de la moda sin interés de ir a las marchas y con poder adquisitivo pueden comprar estos productos en boutiques o espacios de arte.

Históricamente la gráfica ha sido un medio ideal para reproducir masivamente mensajes dirigidos al amplio público de las calles. El Taller de Serigrafía Popular toma su nombre del Taller de Gráfica Popular que utilizó la litografía, la imprenta de tipos, el grabado en madera y principalmente en linóleo para imprimir volantes en el México posrevolucionario. Sin embargo la práctica colectiva y callejera tiene mas relación con la neográfica y el arte de los grupos (en particular del grupo Suma) que se dio en la ciudad de México en los años setenta. En esos años sucedió el exilio y la diáspora de artistas como Magdalena Jitrik que permite ahora este tipo de crospolinaziones transhemisféricas. Estéticamente los diseños del TPS tienen influencias tan dispares como el constructivismo sudamericano y el ruso, la gráfica del 68 (tanto la francesa como la mexicana) y el espiritú DIY (“do it yourself” [hazlo tu mismo]) del punk. Los textos y las imágenes suelen ser hechas a mano en contraste deliberado con el imperante diseño digital. Un ejemplo sería el dibujo del mapa de Argentina formado por los nombres de víctimas de la brutalidad policiaca recientes.

Actualmente las calles y el espacio público son el terreno de acción de artistas y diseñadores tanto populares como de supuesta vanguardia. Ex grafiteros como Shepard Fairey, Acamonchi y Toffer ahora diseñan carteles y calcomanías con los que marcan territorio como un fin en si mismo desde San Diego hasta Nueva York. El mismo Buenos Aires está cubierto de imágenes muy graciosas hechas con aerosól a través de esténciles. En Tijuana las camisetas, calcomanías, carteles y la música electrónica son los medios de expresión de una nueva subcultura que responde a su complicada realidad social de manera mas elíptica y con menos urgencia. Por otro lado gestos como el pasear una bola de plastilina en la calle o hacer marcas con el agua de un charco con una bicicleta son exportados de latinoamérica como arte pobre (realmente lo es) con exitoso oportunismo. Curadores y coleccionistas llenan con imaginación el vacío del significado negado de este pseudo conceptualismo domesticado, comodificable, cursi e inofensivo. Al hacerlo pretenden responder a la presión política de una realidad cultural a la que no se le puede seguir negando la existencia. Como los mejores corridos y el rap, el TPS ve como importante la creación de una memoria histórica y de un nuevo tipo de noticiero callejero. Nos recuerda que la práctica conceptual nació de la crítica a la economía de mercado y de la necesidad de vincular a la acción con las ideas. Sin embargo hay que notar que esta acción democrática y autogestiva se da a través de la producción e impresión de imágenes y a través del intercambio y la colección de objetos. La serigrafía en algún momento fue considerada un proceso industrial, impersonal, frio y masivo. Ahora en tiempos del internet y de propaganda política televisada esta resulta artesanal y de proyección mas limitada y particular. Digamos útil para el ejercicio creativo y una práctica artística colectiva.

Hay que tener cuidado con el arte porque de repente sigue vivo, tiene un público real, diverso y hasta puede servir para algo.


Apéndice: En los años setenta México recibió exiliados chilenos, uruguayos, argentinos, bolivianos, haitianos y demás como en los cuarenta lo hizo de españoles republicanos. A consecuencia de esto mi escuela primaria y la preparatoria se volvieron cosmopolitas e internacionales. Mi primera maestra de arte era una chilena llamada Eugenia a la que se le caían los dientes debido a los toques eléctricos que le dieron los militares en las encías.

Por lo tanto, viajar a Buenos Aires es de alguna forma un rencuentro con el México de los setentas y principios de los ochentas. El México en el que crecí y al que recuerdo.